miércoles, 21 de noviembre de 2012

LOS RECUERDOS QUE TE HACEN LLORAR SON AQUELLOS QUE NO VOLVERAN A PASAR (Primera Parte)


Ya sois muchos los que me piden algo más largo, ya he empezado a recibir cartas amenazándome y pidiéndome textos mucho más amplios, ¡Escribe una novela o te partiremos las piernas! insultos, gritos, he tenido que mudarme varias veces ante las amenazas de muerte... así que en un acto de valentía absoluta, hoy publico un texto mucho más largo de lo habitual, podría ser el inicio de una novela o quedarse en un cuento corto... ya me diréis que os parece y que queréis que haga con él...

Aquí si que sí espero sugerencias.

Muchas gracias por seguir aguantándome.






LOS RECUERDOS QUE TE HACEN LLORAR SON AQUELLOS QUE NO VOLVERAN A PASAR


Luis no podía dejar de mirar aquellas fotos, las fotos del último año de universidad, el año en que se distanció de todos aquellos a los que consideró hermanos durante cinco años. Y es que ya habían pasado más de treinta años desde que no veía a Joaquín, Mario, Luisa y Carlota. Tampoco había visto a Silvia en todo ese tiempo, ahora mirando las fotos, observó sus ojos, esos ojos que le habían dicho te quiero más de mil veces. Unos ojos negros que le devoraron durante tres años y que habían estado junto a él durante tres décadas.

Las fotos pasaban lentamente en la pequeña pantalla del portátil, el bamboleo del tren les daba un pequeño movimiento que les proporcionaba vida, de este modo pudo volver a ver Luisa bailar con ese movimiento de cintura que había vuelto loco a Mario, recuerda aquel culo y aquellas tetas de juventud y aún se pone nervioso. Sigue pasando fotos, jóvenes en ropa interior lanzándose almohadas, litros de alcohol sobre la mesa, recuerda fumarse aquellos porros que le pasaba Mario, como añoraba esa marihuana, la de ahora no era igual y eso bien lo sabe Luis que ayer le encontró una bolsita a su hijo y lógicamente le castigo, pero horas más tarde ahí estaba, desesperado desempaquetando la pipa que trajo de Marrakech.

¿Por qué se habían distanciado? Se preguntaba, todo era perfecto, ¿por qué nos fuimos cada uno a una ciudad? ¿Por qué no nos fuimos a vivir todos juntos como habíamos decidido? Ahora ya solo le quedan recuerdos, recuerdos que en su mayoría se han convertido en leyendas ya que no recuerda donde acaba la realidad y donde empieza la fantasía del que lo contaba.

 Las fotos siguen corriendo de modo automático, cada cuatro segundos una nueva foto se planta en su retina para transmitirle nuevos sentimientos. ¿Como es posible que tenga tan pocas fotos con Silvia? Era asombroso el parecido que su actual mujer, una jovencita quince años menor, tenía con aquella chica de ojos negros, y es que desde que Luis acabo la Universidad y se marcho a Boston había estado buscando a Silvia en todas las mujeres con las que había estado. Algunas tenían sus ojos, otras sus largas piernas morenas, otras aquellos pechos en los que había pasado horas hasta conocer cada uno de los lunares. Pero nunca llego a encontrarla de nuevo. Se había casado tres veces pero ninguna pudo suplantar a aquella niña que le robo el corazón hace ya más de treinta años.

Dos pequeñas lagrimas recorren la envejecida cara de Luis, dos lagrimas que no le impiden mirar a la joven azafata del tren, que le sonríe pícara, no he perdido mi encanto se dice Luis, pero seguramente le haya reconocido, hace poco salió en todos los medios presentando su última novela y desde ese momento unas gran cantidad de busconas han estado intentando llamar su atención. Pero hoy no, hoy no utilizará sus encantos ni sus dotes de seducción, hoy es un día para Silvia, Silvia y él y lo que pudo haber sido y no fue.

Y sino fue solo él tiene la culpa, solo él le dijo que le estaba cortando las alas, solo él dijo que le llamaría a la vuelta de EEUU, solo él se olvido de llamarla en cuanto conoció a la primera Cheerleader, solo él se caso con aquella modelo brasileña de la que se canso a los veinte días.

El tren esta a punto de llegar a Salamanca, la ciudad empieza a traerle nuevos recuerdos, la catedral, la pontificia, tiene ganas de que el tren cese el traqueteo para empezar a pasearla, para recordarla, pero recordarla a su manera no le importa lo que haya cambiado o lo que ya no esta, para él siempre será igual. Aunque es imposible, Luis reza para encontrarse con alguien de los de antes, no de sus amigos a los que ya sabe que verá, sino de sus compañeros de facultad o aquellos que terminaban las noches con él sin apenas saber su nombre. Le gustaría encontrarse con alguna de las chicas sobre las que estuvo, pero quiere verlos tal y como estaban antes, quiere verse igual, a cada paso que da se da cuenta de que no, cada reflejo en los escaparates le dice que ya no es aquel joven de veintidós años que paseaba aquellas calles.

Nada mas llegar a la Plaza de Anaya se ve a si mismo en la cara de los muchos jóvenes que están sentados en los jardines, recuerda las tardes de guitarras y litronas, besos y porros, casi sin darse cuenta se ha sentado sobre la hierba, su traje negro se arruga sin importarle lo más mínimo, la corbata le aprieta y el calor sofocante que azota la ciudad le inunda las axilas. Los jóvenes le miran extrañados no entienden a ese hombre trajeado que se queda extasiado mirando todo lo que pasa a su alrededor.

Luis llora tristemente por la perdida de Silvia, como es posible que un cáncer se llevará al amor de su vida, como puede ser que casi treinta años después la siga amando tanto, ¿era necesaria su muerte para volver a reunirlos? ¿Por que no pudo volver a verla?, ¿por que no cogió ese avión antes?, ¿por que no la volvió a llamar? El se había convertido en un hombre de éxito, su ego se acrecentó a lo largo de los años impidiéndole reconciliarse con su pasado y haciéndole olvidar todo lo que fue, todas las promesas que hizo y que jamás cumplió.

Se levanta ya es la hora de ir al cementerio, allí se encontrará a sus viejos amigos, allí vera por última vez a Silvia encerrada en su cárcel de madera, allí podrá por fin enterrar los recuerdos que le han acompañado los últimos días.

2 comentarios: