jueves, 31 de enero de 2013

HACES DE LUZ (integro)

Bueno soy un jeta, lo se... pero aquí os dejo en una sola entrada y para que os resulte más sencillo todos los capítulos de "Haces de Luz" aquellos que no lo han leído tienen la oportunidad de leerlo de tirón y los que ya lo han leído... pues pueden volver a hacerlo de seguido.



CAP 1
CAP 2
CAP 3
CAP 4
CAP 5
CAP 6
CAP FINAL

miércoles, 30 de enero de 2013

HACES DE LUZ (CAPÍTULO FINAL)

Pues ya hemos llegado al final, ya se que tenía que haberlo publicado esta mañana pero entre el trabajo y demás no he sacado ni un minuto, espero os guste el final que le he dado. Me ha resultado muy dificil acabar esta historia... pero bueno. El viernes publico un poemilla de estos cortos que me gustan a mi y la semana que viene empezamos una nueva historia.





HACES DE LUZ (CAPÍTULO FINAL)


La última noche en la casa llega para los dos, con pocas palabras sus corazones se han ido acercando, los últimos días han desayunado juntos e incluso Aurora ha ayudado a su abuelo en las cuestiones del campo. Sin embargo su abuelo no ha pisado el desván y la niña ha visto alguna lagrima surcando las arrugas de la cara del anciano.

El sol cae en el pueblo, en otros tiempos los niños irían a sus casas raudos para cenar, ahora tan solo una suave brisa recorre las calles del pueblo. Aurora prepara la cena, su abuelo lleva días sin probar bocado. Aurora sabe que mañana volverá a la ciudad, verá a sus amigas, a los chicos, recuperará el sonido de un mensaje del whatsapp; pero no esta feliz ni nerviosa, siente como su estomago se estremece ante la idea de dejar la casa. La cena transcurre silenciosa, ninguno de los dos habla, ambos se miran y en los viejos ojos de su abuelo la niña ve algo que no le gusta, no lo sabe explicar pero le aprieta el corazón y le impide respirar.

Recogen los platos, sus manos se acarician suavemente sin querer, Aurora no quiere romper a llorar, pero cada vez que toca los fríos dedos de su abuelo se estremece. Ya es noche cerrada a través de la ventana, el silencio absoluto del pueblo y la contraventana que sigue chocando; Aurora se levanta y se dispone a irse a la cama no sin antes acercarse a su abuelo para darle un beso en la frente, sus labios notan la piel fría de Aurelio y pese a las arrugas lo nota suave, durante los instantes que dura el beso siente su vida, la vida del pueblo, siente sus pasiones, siente a su abuela, siente los últimos compases de una vida que se va.

lunes, 28 de enero de 2013

HACES DE LUZ (SEXTA PARTE)


Penultimo capítulo, lo siento mucho pero la semana pasada no pude publicarlo, pero esta semana ya lo acabamos. Espero os este gustando y lo disfrutéis tanto como yo al escribirlo.




HACES DE LUZ (SEXTA PARTE)

Los días pasan y el silencio es un habitante más de la casa, Aurelio y Aurora no comparten palabras aunque sus miradas comienzan a cruzarse. Aurelio sigue reticente a marcharse y no ayuda a su nieta a empacar. La primera vez que subió al viejo desván Aurora sintió miedo, tan solo un ventanuco ayudaba a iluminar la habitación, tarda unos minutos en que sus pupilas se acostumbren a la oscuridad, se oyen las conversaciones de las vigas y las viejas maderas de la casa, todo cruje ahí arriba.

 La niña observa las viejas fotos color sepia, su abuelo vestido de militar, su abuela vestida de blanco. Ve fotos de personas que no conoce, están las fotos del bautizo de su padre y de su tío del que no se debe hablar. Encuentra cartas y curiosa las lee, son cartas de amor, como es posible que el viejo cascarrabias pudiera escribir cartas como esas. Poco a poco y sin hablar comienza a conocerlo, se olvida de que el móvil no funciona y se siente arropada por las viejas fotos que recoge. Todas las noches coge una vieja carta amarillenta y la lee antes de dormir.

Al cabo de una semana cuando Aurora baja a la vieja cocina se encuentra con su abuelo que esta preparando el desayuno, Aurelio le saluda, frío que con unos ojos que muestran agradecimiento. Le cuenta que el día de hoy será largo, que tiene que ir a la huerta y hacer gran cantidad de labores que lleva días sin hacer. La joven Aurora le escucha atento, la vida que desprenden las palabras de su abuelo le alegran el corazón, el abuelo habla y habla, en ocasiones se pierde y se repite pero Aurora escucha atenta. Cuando han terminado Aurelio se marcha y Aurora de nuevo se queda sola en la casona, pero ya no siente miedo, ya no se siente sola, conoce todos los ruidos y los recovecos que oculta el lugar y por una vez en mucho tiempo se siente feliz.

miércoles, 23 de enero de 2013

HACES DE LUZ (5ª PARTE)


Dado el éxito que esta teniendo y que ahora mismo a la historia le queda bastante que contar he decidido alargarla un poquito más, espero os siga gustando. Por otra parte ahora mismo me encuentro escribiendo otro relato que poco tiene que ver con lo que habéis leido de mí... no cuento nada más pero cuando acabe Haces de Luz comenzará sin pausa el nuevo.

Como siempre muchas gracias por leerme.



HACES DE LUZ (5ª PARTE)

Sus padres ya se han ido no sin antes advertirle que se porte bien y que cuidé de su abuelo, ella sin ganas y con evidentes muestras de cabreo responde que si a todo y procura que en sus besos se note su enfado. Y ahí están, los dos sentados en la gran mesa de la cocina, su abuelo con los ojos aún llorosos y con unas negras ojeras que se mezclan con las arrugas de su cara. Ambos se miran, ninguno habla, Aurora coge su móvil, por supuesto esta sin cobertura, 15 días encerrada en esta casa, 15 días cuidando de un hombre al que no conoce, 15 días guardando libros y ropas en cajas que permanecerán apiladas en el desván durante años.

Aurelio no puede mirar a su nieta, le recuerda demasiado a ella, a su Aurora. Cada vez que sus miradas se cruzan sus ojos se inundan e intenta quitar la vista lo antes posible. Además ya se ha dado cuenta de que la niña no quiere estar aquí, desprecia el pueblo y todo lo que en él hay, y que más da que se marche y que me deje aquí tranquilo, nadie le ha pedido que se quede, piensa el viejo para sí.

-       ¿Querrás comer algo?- pregunta Aurelio aún enfadado con sus pensamientos.

-       No - responde fríamente la niña sin apenas mirarlo

-       ¿Te vas a pasar 15 días sin comer? Bueno haz lo que quieras. Yo tampoco tengo hambre.

El viejo sale de la cocina y se va al salón, la niña no levanta la cara de su móvil sin cobertura. La noche pasa lenta en la casona, el frío cubre las lagrimas de los dos, uno llora por la soledad, por el ser querido que se fue, la otra llora por la incomunicación por la necesidad de hablar.

El frío impide dormir a Aurora, la manta no le cubre el cuerpo y debe elegir si dejar la cara al aire o los pies, tiene miedo, oye la contraventana chocar, una y otra vez. Coge el móvil, sabe que no funciona pero necesita la pantalla iluminada, escribe mensajes que sabe que no podrá enviar, le cuenta a sus amigas el día, la noche y lo que pasará mañana, habla de chicos, de fiestas y de clase y después borra el texto.

La soledad impide dormir a Aurelio, el otro lado de la cama esta frío, demasiado frío. La almohada aún huele a ella, él no puede dejar de mirarla, impregnarse de su aroma. Recuerda la mano de Aurora recorriéndole la cara, se ve a sí mismo besándole la frente. Comienza a hablar, le cuenta a la almohada lo bien que ha salido todo, lo guapa que esta su nieta, pero ante todo le dice lo mucho que la echa de menos.

Los haces de luz indican el amanecer, la noche ha sido larga para los dos ninguno ha dormido.

lunes, 21 de enero de 2013

HACES DE LUZ (CUARTA PARTE)

Bueno comenzamos una nueva semana y continuamos con la historia, creo que acabaremos en dos publicaciones más, espero os siga gustando. Muchas gracias por vuestra atención.





HACES DE LUZ (CUARTA PARTE)

Nadie habla en el interior del coche, Aurora mira a sus padres, él no ha dejado de llorar en toda la noche. El viaje hasta el pueblo es largo, hace años que no va, debía de tener siete u ocho años la última vez que recorrió ese camino. Su Ipod le impide oír lo que dicen sus padres, no le importa, ahora mismo debería estar en casa de Esther hablando de chicos, pero no, tiene que ir al estúpido pueblo al funeral de su abuela, a la que hace nueve años que no veía. Además su padre se ha empeñado en que los próximos días los pase con el Abuelo.

-       Es injusto no quiero quedarme 15 días en el pueblo
-       Te vas a quedar, si o si, has suspendido 5 y además ayudas a tu abuelo a recoger sus cosas para venirse con nosotros- Dice su madre
-       Pero ¿por qué no puedo estudiar en casa?
-       Ya lo hemos hablado- cierra la conversación su padre.

Sus hermanos pequeños no dejan de incordiar y golpean sus brazos cada poco, ella se enfada y los empuja, Os queréis estar quietos de una vez, grita su padre, y tu Aurora deja de joder a tus hermanos y baja la música que te vas a quedar sorda. Aurora baja la mirada e ignora a su padre, su movil vibra en su bolsillo, otro whatsapp, Jordi quiere quedar con ella esta noche, mierda, mierda, mierda piensa Aurora y por décima vez en lo que va de día odia a su padre. Dios es que nadie puede estar peor que yo piensa la adolescente.

Aurelio mira la cama deshecha, un día hace desde que su Aurora se marcho y lo dejo solo, su mirada enturbiada por las lagrimas y las cataratas le impide ver con claridad.

El día es nubloso, caen pequeñas gotas de lluvia en las cabezas de los asistentes al entierro, Aurelio no puede quitar la vista de la tumba de su mujer, a su lado Alfonso, su nuera y sus nietos. Su nieta Aurora también se encuentra allí, hacía años que no la veía, se ha convertido en una mujercita, pequeña, morena la viva imagen de su abuela.

Poco a poco las paladas de arena cubren el ataúd, su mujer se ha ido sin despedirse, silenciosa como siempre, ahora él solo se dispone a pasar los últimos días de su vida, pero Alfonso se empeña en llevárselo, la pequeña se quedará con él y le ayudará a recoger todo durante estos días además de hacerle compañía. Desde cuando Alfonso puede decidir por él, desde cuando ese desagradecido decide lo que Aurelio hace o deja de hacer, pero ya no tiene fuerzas para discutir y resignado acepta el plan de su hijo. 

jueves, 17 de enero de 2013

HACES DE LUZ (TERCERA PARTE)


Continuamos con el relato, que por lo que se me comenta os esta gustando, como veis este va rápido el único problema es que no se si terminarlo con el próximo capítulo o continuar con la historia... bueno ya veréis como va surgiendo.

Muchas gracias por vuestro apoyo



HACES DE LUZ (TERCERA PARTE)

El día pasa lento en el pueblo, Aurelio ya ha terminado de dar de comer a los animales y se dispone a coger el viejo tractor, mira a su pueblo desde la cabina, un pueblo fantasma, no hay ruidos, no hay niños, no hay nada, tan solo quedan ellos y parece que no por mucho tiempo. Aurelio también recuerda, el silencio del pueblo ayuda a rememorar, además no hay mucho que hacer. Aurelio se ve el día de su boda, en la iglesia y los bautizos y las comuniones, Aurora siempre fue muy creyente, a él nunca le importo demasiado lo que contaban los curas. Recuerda sus partidas en el bar con el Herminio y Eustaquio. Recuerda la parada de autobús donde dejo a Ramiro la última vez que le vio. Orgulloso de que su hijo se hiciera militar, sería un héroe y llevaría su apellido a lo largo del mundo, pero su hijo cayo pronto y el corazón de Aurelio sufrió su primer infarto.

El sol cubre los campos de trigo, el pelo gris de Aurelio resplandece y las pequeñas gotas de sudor realizan carreras a lo largo de su cara. Aurelio esta sofocado, ya no es joven y el trabajo sigue siendo duro. Ojala estuvieran mis hijos para ayudarme, piensa el viejo. Pero no, hace años que se fueron y tan solo quedan sus llamadas y sus postales de UNICEF por Navidad. Pandilla de ingratos, se enfada Aurelio, pero quien puede culparles, el pueblo esta muerto y tan solo la vida de Aurora lo mantiene en pié.

Poco a poco, el sol recorre el cielo y la oscuridad empieza a ganar la batalla cuando Aurelio vuelve a casa, no ha comido en todo el día, cada vez tiene menos hambre. Aurora ha preparado un guiso que Aurelio lucha por comer entero. Aurelio no deja de hablar en todo el rato, cuenta como ha pasado el día, lo duro que es su trabajo, mezcla los recuerdos con anécdotas antiguas, Aurora lo mira, se da cuenta de que su discurso es inconexo, ya no tiene la verborrea de antes, pero sigue siendo su Aurelio, tras esa capa de arrugas, debajo de esos cabellos canosos aún esta él, incansable, imaginativo, hermoso, ese Aurelio de sus recuerdos que la sedujo a los dieciséis y a los setenta y seis la sigue enamorando. Aurelio no cesa de hablar, ahora vuelve a contar cuando fueron a la casa del tío Eustaquio a robar una gallina, el teléfono suena, Aurora se sobresalta, hace días que no sonaba. Es Alfonso, vendrá el martes, para firmar unos papeles, no quiere hablar con Papa, los tonos suenan al otro lado, Aurora le dice te quiero.

La noche lo cubre todo, Aurelio y Aurora sentados en la sala, la chimenea apagada, él ya no tiene fuerzas para ir a cortar leña, la tele desenchufada. Aurelio sigue hablando, Aurora no puede dejar de pensar en sus hijos, en como lleva meses sin ver a Alfonso, recuerda a sus nietos, ya deben de estar enormes. Piensa en el momento en que Alfonso les dijo que se fueran del pueblo, el momento en que estuvieron a punto de venderlo todo para irse a vivir a una pequeña casita a las afueras de la ciudad, Aurelio se negó, no podía soportar la idea de abandonar su casa, sus campos, sus animales y Aurora como siempre aguanto fiel, la negación de Aurelio provocó el enfado de Alfonso hacia años que no hablaba con su padre y cuando lo hacía no  mostraba el menor cariño. A ella no le hubiera importado marcharse con su hijo y sus nietos, porque para ella el pueblo no era algo físico, ella quería estar con los suyos y según se fueron marchando, el pueblo se fue con ellos. Ahora ya solo quedan los dos, no hay partidas en el bar, no hay niños que jueguen en las calles, por no haber ya no hay ni misa los domingos… pero Aurora no puede decir que este triste, la vida con el viejo que se sienta a su lado es más que suficiente, aunque en ocasiones le gustaría volver a oír risas, carreras por los pasillos y grandes discusiones acerca de a quién le toca poner la mesa.

Aurelio se levanta para irse a dormir, se encuentra cansado, cada vez se acuesta antes pero no puede dormir, se pasa las noches en vela, dando vueltas a la cama y cuando por fin duerme los haces de luz vuelven entrar por la ventana. Aurora le sigue, suben lentamente las escaleras. Ambos se ponen sus ropas de dormir, no llegan a desnudarse del todo, hace años que no ven el cuerpo del otro, hace años que no hacen el amor, pero no les hace falta, su amor ya no esta basado en el contacto brutal de las noches de pasión, su amor esta hecho de pequeños roces de pies en la oscuridad de la noche, de besos en los parpados, de miradas furtivas sin que el otro se de cuenta, su amor esta hecho de rutina y cariño.

La noche pasa lenta para Aurelio, escucha los gruñidos de la casa, los golpes de la contraventana que quedo abierta en la cocina, las respiraciones de Aurora, lo oye todo y quisiera no oír nada, porque ya no duerme como antes, cuando era joven daba igual la cama o el suelo el dormía placidamente ocho, diez, doce horas, ahora daría lo que fuera por dormir más de dos.

El día llega, Aurelio se despierta, más dolorido que el día anterior pero mucho menos que el siguiente, empieza de nuevo el ritual de movimientos, pero hoy no es un día normal, hoy nadie mira a Aurelio, nadie recuerda el pasado, nadie respira a su lado. 

martes, 15 de enero de 2013

HACES DE LUZ (SEGUNDA PARTE)

Continuamos con Aurelio y Aurora, la segunda parte de la historia comenzada ayer, espero os siga gustando.





HACES DE LUZ (SEGUNDA PARTE)

Pero sigamos con lo que nos interesa, nos habíamos quedado con Aurelio despertando ante la atenta mirada de Aurora, Aurelio ha conseguido sentarse en la cama, sus viejos músculos ya no le permiten hacer movimientos bruscos y el solo hecho de levantarse se convierte en una jornada de gimnasio. Sentado en la cama busca sus pantuflas y tras pisar el frío suelo de losa en varias ocasiones consigue ponérselas. Antes de levantarse busca la mirada de Aurora, pero ella se hace la dormida, Aurelio sonríe para sí, y con gran esfuerzo consigue besarle la frente, aún recuerda la primera vez que beso aquella frente que no siempre estuvo arrugada. Fue en un baile, ella era una niña, él ya había terminado el servicio militar, ella reía con sus amigas mirando a los mozos, él bebía una bota de vino, ella le miró, el se ruborizo, ella se acerco a buscar algo, él se arriesgo, sesenta años más tarde Aurelio termina de besarle la frente y comienza a bajar las escaleras del viejo caserón.

Ahora es Aurora la que comienza a incorporarse, ella es menuda y su cuerpo es más ágil, sus pequeños pies ya pisan el suelo, un saltito por la sensación de frío y ya esta de pie, la camisola blanca le cubre el cuerpo, coge una bata que antaño fue marrón y se protege del frío de la habitación. Comienza a bajar los escalones de madera, tan solo la luz de la ventana iluminan la bajada, ¿Cuándo arreglará la bombilla? Se pregunta. Abajo la vieja cocina, vieja pero con todos los artilugios que a lo largo de los años le han ido regalando sus hijos, que si el friegaplatos, el microondas… ella no usa nada de eso, coge una vieja cacerola y comienza a calentar la leche para el café de Aurelio.

Aurelio lleva un rato sentado, leyendo el periódico de hace varios días, mientras Aurora procede con su rutina diaria, hacer tostadas, calentar la leche, poner la mesa. De vez en vez Aurelio levanta la mirada y la observa absorto,  ¿cómo puede tener esa vitalidad?, se pregunta. Ella no para, corre de un lado al otro de la cocina, cuando no se quema una tostada, se derrama la leche y cuando la mañana sucede tranquila Aurora se aburre.

Aurelio termina de desayunar, Aurora aún no se ha sentado, Aurelio no ha parado de hablar del largo día que le espera, primero recoger las lechugas y los tomates, después dar de comer a los cerdos, porque alguien tendrá que hacerlo, después coger el tractor. Todos los días Aurelio le cuenta lo mismo, todos los días las mismas tareas, todos los días Aurora le escucha sin pestañear.

Aurelio se marcha, la casa se queda muda, Aurora por fin se sienta y desayuna, en silencio, mira la silla vacía de su amado, mira las sillas vacías de sus hijos, recuerda aquella misma cocina muchos años atrás, gritos, peleas, Ramiro siempre chinchando a sus hermanos pequeños, ¡Ay Ramiro porque se alistaría en el ejercito! Recuerda a sus niños corriendo alrededor de la mesa, recuerda los cuentos de Aurelio al lado de la chimenea de la sala, los niños lo escuchaban como si el mismo Dios les hablará y ella también le escuchaba así. También recuerda el momento en que Ramiro se fue para no volver nunca, el día de la despedida, no ha llorado nunca tanto como el día en que él se fue, ni siquiera con los niños que nacieron muertos por obra divina, las madres tienen ese sentido para saber que no van a volver a ver a sus hijos.

Pero ahora la casa esta vacía, tan solo las moscas la visitan en alguna ocasión, no recuerda la última vez que vio a sus nietos, tan solo Alfonso viene de vez en cuando, siempre solo, sin mujer y sin niños, solo él. Se queda poco tiempo, come un buen estofado y se marcha, no da tiempo de hablar, ni de sentarse en la vieja sala al lado de la chimenea, todo va demasiado rápido piensa Aurora.


lunes, 14 de enero de 2013

HACES DE LUZ

Comenzamos la semana con una nueva historia, tras acabar el relato de Luis, esta semana conoceremos nuevos  personajes que espero que os guste y os interesen. Para mi este es uno de mis mejores relatos así que espero que lo disfrutéis. Por cierto los cortes de los capítulos los he hecho un poco cuadrando pero no son así en el original, por lo que no hay cliffhangers como en el anterior texto...



HACES DE LUZ (1ª Parte)


Haces de luz entraban en la oscura habitación, los muebles de madera comenzaban a iluminarse y los grandes bodegones que cubrían las paredes se clareaban poco a poco.

En la cama Aurelio se desperezaba, los viejos dedos frotaban sus ojos cubiertos por legañas, Aurora  no lo perdía de vista, soportaba inmóvil los bruscos ademanes de Aurelio y tan solo observaba. Miraba aquella nuca que le había acompañado los últimos sesenta años de su vida, ¡sesenta años! Se habían conocido siendo ella una niña y ahora mírenla, una anciana a la que le costaba bajar a la cocina de la vieja casona.

Aurora recordaba aún cuando conoció a Aurelio, tenía dieciséis años y era el chico más guapo del pueblo, el pelo rubio, ahora canoso, y unos ojos claros que volvían locas a todas las chiquillas, esos ojos, ahora cubiertos de legañas y con principio de cataratas que aún la estremecían. Y es que Aurora amaba a Aurelio, le amaba desde la primera vez que le vio y siempre supo que él sería el hombre con el que se casaría y con el que tendría su camada.

Aurora era una mujer bella a su manera, menuda, morena, con unos ojos pequeños y oscuros que denotaban su curiosidad acerca del mundo. En un principio Aurelio no sabía de su existencia, era una niña siete años menor, pero poco a poco, aquella niña se las apaño para adueñarse del corazón del joven galán.

En aquellos años el pueblo estaba lleno de vida, una pequeña carretera les unía con la capital y las granjas y tierras de cultivo disponían de gran cantidad de trabajadores. Nunca fue un pueblo grande, pero se respiraba vida, los mozos y mozas de otros pueblos iban a las verbenas y los días de mercado costaba caminar por la Calle Mayor. Poco a poco el pueblo, al igual que los lugareños fue envejeciendo, los hijos de los mozos y mozas que antes bailaban marcharon a la capital y los jóvenes se convirtieron en viejos y los viejos en lapidas de cementerio. Ya solo quedaban Aurelio y Aurora, sus hijos se habían marchado años atrás, y tan solo ellos daban vida al pueblo, tan solo ellos caminaban por sus calles, tan solo ellos respiraban su aire puro, el pueblo se convirtió en su casa y ellos en sus propietarios.

jueves, 10 de enero de 2013

LAGRIMAS SOBRE TIERRA REMOVIDA


Lo primero pedir disculpas, lo siento, lo siento, lo siento, pero entre las navidades, los turrones, las copitas de más, los excesos, el trabajo y demás no he tenido tiempo para nada... en serio no me odiéis pero lo he logrado hoy se publica el capítulo final. Y el lunes que viene comenzamos una nueva historia con nuevos personajes que creo que os va a gustar más que esta y lo mejor de lo mejor ya esta concluida por lo que no habrá tiempos de espera tan largos... Para que veáis que pienso en todo os dejo los enlaces a los capítulos anteriores por si queréis hacer memoria. Espero que os guste y de nuevo lo siento...





LAGRIMAS SOBRE TIERRA REMOVIDA (Capítulo 4 y Final)


La realidad se hace latente para Luis en los ojos ansiosos de la joven. Ella espera que él hable, que sea el hombre del que tantas historias su madre le contaba, el famoso escritor, el autor de aquellas cartas de amor que ella había releído cientos de veces siendo niña. Aquellas cartas que le habían hecho sentir y esperar ser ella algún día la protagonista.

Pero Luis permanece inmóvil, nada queda de su fiereza, en el cementerio su personalidad ha vuelto a cambiar, de nuevo es el crío de 18 años que cambiaba de ciudad, de nuevo le cuesta entablar una conversación, ha perdido su seguridad y tan solo desea poder marcharse cuanto antes .

Anya nota su miedo, siente la incomodidad del hombre y no entiende como es posible que este sea el seductor, el novelista galardonado cuya prosa logra que todas las mujeres del mundo desearan poseerlo.

Se miran, el silencio lo cubre todo, ella con firmeza se acerca le da dos besos y se marcha. Luis no logra despedirse, no logra darle el pésame, no puede decirle lo importante que era su madre para él, no logra decirle nada. Poco a poco se va quedando solo, sus viejos amigos se despiden, prometen verse pronto, pese a saber que la próxima vez será en circunstancias similares. Luis se queda, tan solo la brisa que mueve los cipreses le hace compañía, la mirada fija en la lápida. Quiere decir algo, despedirse de Silvia pero tan solo una lagrima recorre su cara hasta caer sobre la tierra removida...



De nuevo el tren, el bamboleo, el ordenador sobre la mesita, esta vez tan solo un documento en blanco ¿su próxima novela?, la joven azafata que lo mira y Luis con su sonrisa picara concierta la cita en el baño del vagón.