CALEIDOSCOPIO (1)
Ahí
estaba ella, con su mirada perdida por los años de interna, esos años encerrada
que la alejaron del mundo. Llevaba más de 15 alejada de la sociedad, 15 años
lejos de sus seres queridos y rodeada por la enajenación. Los gritos le
despertaban por las noches, las carreras de los enfermeros por los pasillos y
las camillas que recorrían a toda velocidad las instalaciones del psiquiátrico.
Quería
salir, cuando entró tan solo era una niña y ahora casi había cumplido los 35,
tan solo dos tenues cicatrices en sus muñecas le recordaban su pasado, le
hacían ver quien había sido y como había llegado al viejo hospital que había
sido su hogar durante más de diez años.
A
veces por la noche, a mitad del sueño, se levantaba sobresaltada, el sudor
cubría sus mejillas, tenía miedo pero no sabía de que, quizás fuera el miedo
que le provoco la primera vez, el miedo que estuvo a punto de acabar con su
vida, quizás aún no estuviera preparada para vivir en el mundo, quizás aún no
estuviera curada.
El
doctor dijo que si escribía en tercera persona me sentiría mejor, dejaría de sentir
miedo, no temería el dejar de levantarme la mañana siguiente, la oscuridad se
mantendría apartada de mí. Pero la escritura no me sirve, no logro apartar la
negrura de mi alma y la tercera persona hace que me aparte demasiado del
relato, así que a partir de ahora cambia el narrador.
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