HACES DE LUZ (CUARTA PARTE)
Nadie habla en el interior del coche,
Aurora mira a sus padres, él no ha dejado de llorar en toda la noche. El viaje
hasta el pueblo es largo, hace años que no va, debía de tener siete u ocho años
la última vez que recorrió ese camino. Su Ipod le impide oír lo que dicen sus
padres, no le importa, ahora mismo debería estar en casa de Esther hablando de
chicos, pero no, tiene que ir al estúpido pueblo al funeral de su abuela, a la
que hace nueve años que no veía. Además su padre se ha empeñado en que los
próximos días los pase con el Abuelo.
-
Es injusto no
quiero quedarme 15 días en el pueblo
-
Te vas a quedar,
si o si, has suspendido 5 y además ayudas a tu abuelo a recoger sus cosas para
venirse con nosotros- Dice su madre
-
Pero ¿por qué no
puedo estudiar en casa?
-
Ya lo hemos hablado-
cierra la conversación su padre.
Sus hermanos pequeños no dejan de
incordiar y golpean sus brazos cada poco, ella se enfada y los empuja, Os
queréis estar quietos de una vez, grita su padre, y tu Aurora deja de joder a
tus hermanos y baja la música que te vas a quedar sorda. Aurora baja la mirada
e ignora a su padre, su movil vibra en su bolsillo, otro whatsapp, Jordi quiere
quedar con ella esta noche, mierda, mierda, mierda piensa Aurora y por décima
vez en lo que va de día odia a su padre. Dios es que nadie puede estar peor que
yo piensa la adolescente.
Aurelio mira la cama deshecha, un día
hace desde que su Aurora se marcho y lo dejo solo, su mirada enturbiada por las
lagrimas y las cataratas le impide ver con claridad.
El día es nubloso, caen pequeñas gotas de
lluvia en las cabezas de los asistentes al entierro, Aurelio no puede quitar la
vista de la tumba de su mujer, a su lado Alfonso, su nuera y sus nietos. Su
nieta Aurora también se encuentra allí, hacía años que no la veía, se ha
convertido en una mujercita, pequeña, morena la viva imagen de su abuela.
Poco a poco las
paladas de arena cubren el ataúd, su mujer se ha ido sin despedirse, silenciosa
como siempre, ahora él solo se dispone a pasar los últimos días de su vida,
pero Alfonso se empeña en llevárselo, la pequeña se quedará con él y le ayudará
a recoger todo durante estos días además de hacerle compañía. Desde cuando
Alfonso puede decidir por él, desde cuando ese desagradecido decide lo que Aurelio
hace o deja de hacer, pero ya no tiene fuerzas para discutir y resignado acepta
el plan de su hijo.
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