HACES DE LUZ (CAPÍTULO FINAL)
La última noche en la casa llega para los
dos, con pocas palabras sus corazones se han ido acercando, los últimos días
han desayunado juntos e incluso Aurora ha ayudado a su abuelo en las cuestiones
del campo. Sin embargo su abuelo no ha pisado el desván y la niña ha visto
alguna lagrima surcando las arrugas de la cara del anciano.
El sol cae en el pueblo, en otros tiempos
los niños irían a sus casas raudos para cenar, ahora tan solo una suave brisa
recorre las calles del pueblo. Aurora prepara la cena, su abuelo lleva días sin
probar bocado. Aurora sabe que mañana volverá a la ciudad, verá a sus amigas, a
los chicos, recuperará el sonido de un mensaje del whatsapp; pero no esta feliz
ni nerviosa, siente como su estomago se estremece ante la idea de dejar la casa.
La cena transcurre silenciosa, ninguno de los dos habla, ambos se miran y en
los viejos ojos de su abuelo la niña ve algo que no le gusta, no lo sabe
explicar pero le aprieta el corazón y le impide respirar.
Recogen los platos, sus manos se
acarician suavemente sin querer, Aurora no quiere romper a llorar, pero cada
vez que toca los fríos dedos de su abuelo se estremece. Ya es noche cerrada a
través de la ventana, el silencio absoluto del pueblo y la contraventana que
sigue chocando; Aurora se levanta y se dispone a irse a la cama no sin antes acercarse
a su abuelo para darle un beso en la frente, sus labios notan la piel fría de
Aurelio y pese a las arrugas lo nota suave, durante los instantes que dura el
beso siente su vida, la vida del pueblo, siente sus pasiones, siente a su
abuela, siente los últimos compases de una vida que se va.
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