martes, 11 de diciembre de 2012

RECUERDOS QUE PERMANECEN EN LAS RETINAS (Tercera Parte)

Y por fin tras mucho esperar, el tercer capítulo, en él conoceremos un poco mejor a Luis y a Silvia. Espero os guste y que para el cuarto este un poco más inspirado y no tengáis que esperar tanto.

Muchisimas gracias a todos por vuestro tiempo y por vuestra espera.





RECUERDOS QUE PERMANECEN EN LAS RETINAS


- Me llamo Silvia y ¿tú?

El joven Luis sonríe, aún es ese chico tímido recién salido del pueblo, tan solo lleva dos días en Salamanca y una preciosa morena se le presenta.

-                     Yo… yo soy Luis- tartamudea, desde pequeño los nervios le impiden acabar las frases con naturalidad.

-                     Dos besos, hombre, que no muerdo.

La frescura de Silvia le invade, quizás fuera eso lo que le enamoró de ella, o esos ojos negros en los que intentaba perderse, o el hecho de que tras los dos besos ella se fuera y no volviera a verla hasta pasados tres días. Así era Silvia, un espíritu libre que impulso a Luis a ser el hombre en el que se había convertido.

A los tres días se volvieron a encontrar en el comedor de la residencia, ruido de platos, risas, anécdotas de la noche anterior, el olor a patatas fritas lo impregnaba todo. 

Luis aún no conocía la noche salmantina, desde que llego a la Universidad tan solo tenía tiempo para ir a la Facultad y volver a su cuarto a estudiar, aún no conocía a los que luego serían sus amigos cuando Silvia apareció.

Un culotte negro que dejaba al aire sus largas piernas, hizo que Luis se girará sin poder disimular, ella se dio cuenta, siempre se daba cuenta de lo que Luis hacía.

-                     Hombre ¿cuánto tiempo?- le dijo abalanzándose para darle dos besos.

Luis consiguió mantenerse firme ante la impetuosidad de Silvia, sus pechos rozaron su brazo y nervioso logro responder, esa fue su primera conversación. A partir de ese momento ella le presentó a los chicos y poco a poco fue uno más del grupo. Comenzaron las tardes de pelis, las noches de juerga y de alcohol, las fiestas, los días sin dormir para recuperar lo no estudiado en meses, las noches sin dormir estudiando la anatomía de una estudiante danesa de intercambió.

Luis comenzó a vivir y todo aquello que vivía lo iba escribiendo y todo lo que escribía, Silvia lo iba leyendo. Las tardes al borde de la cama, en los que ella leía en alto mientras él escuchaba atento sus propias historias, se convirtieron en largas noches cada vez más juntos, más unidos. Sus manos se fueron juntando y sus corazones comenzaron a latir al unísono y al cabo de unos días sus jadeos se juntaron para alarmar a todo el pasillo.

De repente Luis vuelve al presente, se vuelve a encontrar en la planicie del cementerio y la joven Anya espera que él hable.

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