Muchisimas gracias a todos por vuestro tiempo y por vuestra espera.
RECUERDOS QUE PERMANECEN EN LAS RETINAS
- Me llamo Silvia y ¿tú?
El joven Luis sonríe, aún
es ese chico tímido recién salido del pueblo, tan solo lleva dos días en
Salamanca y una preciosa morena se le presenta.
-
Yo…
yo soy Luis- tartamudea, desde pequeño los nervios le impiden acabar las frases
con naturalidad.
-
Dos
besos, hombre, que no muerdo.
La frescura de Silvia le
invade, quizás fuera eso lo que le enamoró de ella, o esos ojos negros en los
que intentaba perderse, o el hecho de que tras los dos besos ella se fuera y no
volviera a verla hasta pasados tres días. Así era Silvia, un espíritu libre que
impulso a Luis a ser el hombre en el que se había convertido.
A los tres días se
volvieron a encontrar en el comedor de la residencia, ruido de platos, risas,
anécdotas de la noche anterior, el olor a patatas fritas lo impregnaba todo.
Luis aún no conocía la noche salmantina, desde que llego a la Universidad tan
solo tenía tiempo para ir a la Facultad y volver a su cuarto a estudiar, aún no
conocía a los que luego serían sus amigos cuando Silvia apareció.
Un culotte negro que dejaba al
aire sus largas piernas, hizo que Luis se girará sin poder disimular, ella se
dio cuenta, siempre se daba cuenta de lo que Luis hacía.
-
Hombre
¿cuánto tiempo?- le dijo abalanzándose para darle dos besos.
Luis consiguió mantenerse
firme ante la impetuosidad de Silvia, sus pechos rozaron su brazo y nervioso
logro responder, esa fue su primera conversación. A partir de ese momento ella
le presentó a los chicos y poco a poco fue uno más del grupo. Comenzaron las
tardes de pelis, las noches de juerga y de alcohol, las fiestas, los días sin
dormir para recuperar lo no estudiado en meses, las noches sin dormir
estudiando la anatomía de una estudiante danesa de intercambió.
Luis comenzó a
vivir y todo aquello que vivía lo iba escribiendo y todo lo que escribía, Silvia
lo iba leyendo. Las tardes al borde de la cama, en los que
ella leía en alto mientras él escuchaba atento sus propias historias, se convirtieron en largas noches cada vez más juntos, más
unidos. Sus manos se fueron juntando y sus corazones comenzaron a latir al unísono
y al cabo de unos días sus jadeos se juntaron para alarmar a todo el pasillo.
De repente Luis vuelve al
presente, se vuelve a encontrar en la planicie del cementerio y la joven Anya
espera que él hable.